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Espero lo podamos recorrer juntos!!!
"...con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino"

danielszurek@gmail.com
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22/10/09

Las dos caras del radicalismo.


Es inaceptable que la Unión Cívica Radical, después de tanto tiempo, siga manteniendo Distritos (Provincias) intervenidas por el Comité Nacional y el Comité de la Provincia de Buenos Aires, siga manteniendo intervenidos Distritos (Municipios) de la misma manera.
¿Con qué argumento? ¿Con qué legalidad? ¿Qué autoridad moral o política los avala a semejante avasallamiento sobre los derechos de los afiliados a un partido que tiene como bandera y principio por sobre todas las cosas a la democracia? Pero nuestros dirigentes utilizan la palabra democracia de la boca para afuera, porque la democracia interna no la practican, les da urticaria.
En estos momentos difíciles que vivimos los argentinos, como ciudadanos de una república. Donde nos encontramos sin buscarlo, en un clima de crispación permanente, de agresiones, intolerancia política, cambio de reglas permanentes y poco respeto por las instituciones. El radicalismo debe contrarrestarlo con más institucionalidad y con más democracia.
Pero también debe hacerse puertas adentro.
Siempre se dice que el radicalismo necesita una renovación urgente. Pero desde nuestro punto de vista, la renovación no pasa por las ideas, no pasa por la renovación de cuadros, ni muchos menos por la edad de los mismos. Claro que son necesarios, pero la renovación debe darse en el ámbito de las conductas. Y en todos los niveles dirigenciales. Es increíble y bochornoso ver a determinados dirigentes, que después de pasar por la función publica o simplemente por cargos partidarios, su nivel de vida da un giro de ciento ochenta grados y su patrimonio se acrecentó escandalosamente.
Por suerte, y para tener un poco de esperanza en el futuro, no son todos.
Cómo dice Ricardo Alfonsín y siempre nos emociona escucharlo: La política sin moral, no es política, es basura…
Los radicales, todos sabemos quienes son los que manejan realmente a la unión Cívica Radical, son los mismos que nunca ganaron una elección, ni siquiera interna, en sus municipios, son los que siempre en contubernio con el duhaldismo hacían un radicalismo cada vez mas chiquito, a cambio de ubicar parientes y amigos en direcciones del Anses o el Pami, son los que conseguían módulos en la Legislatura Provincial para becar militantes, que eran eso, militantes rentados. Y algunos iban mas allá formando asociaciones ilícitas para que fundaciones fantasmas recibieran obscuros subsidios del tan denostado gobierno provincial.
Por todo esto, quienes son en el comité provincia para decirnos a los jóvenes radicales de Vicente López cuando fuimos a presentar una lista para las elecciones internas por ellos convocadas, en el cierre de las mismas, por medio de una resolución: Ustedes pueden ser candidatos a nivel Seccional, pero ni ustedes ni los mas de mil afiliados que tiene el padrón de juventud de Vicente López pueden votar…Esto es un escándalo acá y en la China. Lo mismo les sucede por ejemplo a nuestros vecinos del distrito de San Isidro.
Y, hoo, casualidad, los dos distritos tienen Gobiernos Municipales encabezados por radicales, ininterrumpidamente desde el año 1983. Es el mundo del revés,
Los afiliados somos soberanos. No podemos permitir que un puñado de dirigentes que se creen inmaculados y sin pasado, resuelvan por medio de la dedocracia nuestras listas de candidatos en nuestros distritos y mucho menos que nos digan quien es y quien no es radical para dirigir nuestros Comités.
¿Qué tienen? ¿El radicalómetro? Aflojen un poco, no sean tan soberbios…
Es hora de decir todas estas cosas. El momento llegó.
Convocamos a todos los radicales de buena fe, a hacernos escuchar enérgicamente.
Convocamos a todos los correligionarios de la provincia de Buenos Aires y del país a decir basta a las intervenciones.
Convocamos a todos los radicales a decirle si a la democracia.
A días de cumplirse un nuevo aniversario del advenimiento democrático a la vida de los argentinos, de la mano de Alfonsín y la Unión Cívica Radical, es nuestro deber y obligación tratar de hacer que el radicalismo vuelva a ser lo que una vez fue.
Volvamos a las internas, a las Convenciones interminables, a los debates apasionados, a los Comités y Ateneos abiertos, para que podamos ser de nuevo un partido político grande, con vocación de poder, que nos permita solucionar los problemas de la sociedad toda. Y no un partido chiquito, con aspiraciones de dirigentes de poder resolver sus vidas económicas.

Daniel R. Szurek
Secretario.
Ateneo J.C. Pugliese.

19/10/09

Hacia un pacto para la reorganización nacional. (Aporte de Rodolfo Terragno)

Quienes creen que hoy es “demasiado difícil” pactar políticas de Estado, olvidan que la organización nacional se fundó en acuerdos que parecían “imposibles”

Hacia un pacto para la reorganización nacional

No hay por qué buscar inspiración en historias ajenas.Para organizar la Argentina de esta centuria, basta con invocar el espíritu de los “pactos preexistentes”: aquellos que, en el siglo 19, permitieron instaurar la Nación.Se alcanzaron a despecho de enfrentamientos que hacían inverosímil la unidad.Entre 1828 y 1860 el país fue una hoguera; y algunos acuerdos --firmados cuando amainaba el fuego-- parecían insuficientes para evitar que la Argentina se convirtiese en tierra baldía. Hubo, por lo tanto, epidemias de escepticismo:Ríos de sangre. La muerte, “inusitada, bárbara”, se acercó al catre de Dorrego para “despenarlo”. Después, el duro hierro “rajó el pecho” de Laprida y el “íntimo cuchillo” se clavó en su garganta. Años más tarde, Quiroga iría “en coche al muere”.El plasma de figuras ilustres regó las tierras del país. Aun lograda la organización nacional, la cabeza del Chacho Peñaloza aparecería una mañana en la plaza de Olta, ensartada en una lanza. Y el cuerpo de Urquiza sería atravesado, una noche, en el Palacio San José, por un tiro e infinitas puñaladas.El odio parecía eterno; y la sangre derramada, no negociable. Sin embargo, al fin se dio el milagro: hubo avenencia y se arraigó esa Nación en la que muchos descreían. Una, dos, tres Argentinas. El otro milagro fue la integridad territorial. Hubo, primero, tres “países”. El de Quiroga comprendía Cuyo y el noroeste. El de López, Córdoba y el Litoral. El de Rosas, sólo Buenos Aires.Luego fueron dos. Paz tenía uno, que abarcaba nueve provincias del interior. Rosas el otro, formado por Buenos Aires y el Litoral.Por fin hubo un país único: el de Rosas, que llevaba en sí mismo –como Agripina en el vientre-- la causa de su ulterior destrucción.Después de Caseros, los vencedores fueron, ellos mismos, incapaces de concordar. Mitre –como antes lo había hecho Rosas-- se negó a soltar la Aduana. Con la Confederación Argentina por un lado, y el Estado de Buenos Ayres por el otro, la secesión parecía irreversible. Cepeda y Pavón facilitaron la unidad, que no la paz. Hasta 1880 la Provincia se negaría a entregar la ciudad fundada por don Pedro de Mendoza. Cuando Avellaneda “federalizó” Buenos Aires, Tejedor se alzó en armas y la capital fue trasladada al (entonces) pueblo de Belgrano. Roca reprimió a los insurgentes y la sangre regó Puente Alsina, Barras y los Corrales.Contra todo presagio, la voluntad de construir una Nación fue sobreponiéndose a los retobes y las pendencias. Se equivocaba Miguel Cané cuando decía: “No hay unión ni nacionalidad posible”. Incompatibilidad política. El Pacto Federal de 1831 había sido la “Constitución Rosista”. Después de Caseros, en medio de arrebatos vindicativos y maldiciones (“Ni el polvo de tus huesos la América tendrá”) cabía suponer que la Argentina de Urquiza abrogaría toda norma heredada. Sin embargo, el Acuerdo de San Nicolás proclamó en su primer artículo que el Pacto Federal --“Ley Fundamental de la República”-- sería “religiosamente observado en todas sus cláusulas”. Hoy, muchos preguntan: “¿Cómo hacer para que –-entre tantas discordancias, ambiciones cruzadas y vanidades descomedidas-- los políticos celebren y honren acuerdos de largo plazo?”. Las disonancias del presente son tenues, comparadas con las que debieron superar nuestros antecesores En los últimos años, además, los políticos sintieron la impaciencia de los gobernados. Una impaciencia que por momentos se hizo estridente y llegó a la cólera. Eso les ha hecho comprender, a muchos, la necesidad de mudar comportamientos.Un dirigente peronista me dijo: “La gente cree, con razón, que el radicalismo no sabe gobernar y el peronismo no deja gobernar. Debemos prepararnos, unos y otros, para demostrar lo contrario. Si no, la democracia argentina no tiene destino”.En mi opinión, la democracia requiere, además, “acuerdos mínimos” que no pueden limitarse a peronistas y radicales. La acogida que tuvo mi Plan 10/16 me hace creer en la viabilidad de tales acuerdos.Mi plan es “el qué y el cómo” de una estrategia tendiente al desarrollo económico y social. Como preludio, requiere un “pacto preexistente”. Un Pacto Argentino, breve pero crucial. Los compromisos principales podrán ser estos:
Gobernabilidad. En lo sucesivo, la mayoría aceptará que el número no otorga derechos absolutos. La oposición, por su parte, se abstendrá de obstruir en forma maliciosa.
Rigor institucional. Se respetarán con celo la división de poderes y la independencia de la justicia. Los derechos y garantías constitucionales tendrán plena vigencia.
Estabilidad jurídica. El Estado argentino no modificará unilateralmente, bajo ninguna circunstancia, las relaciones contractuales.
Desarrollo productivo. Se premiará la inversión en actividades industriales y agropecuarias.
Superación de la miseria. El rescate de la población bajo la línea de indigencia o pobreza será prioridad Nº 1 de la política social.

Eso bastará para inaugurar un período sin antecedentes en la Historia contemporánea de la Argentina. Cuantas más cláusulas se agreguen, habrá más vaguedad en el texto o menos firmas al pie.El pacto debe ser lo más preciso y representativo posible.Se lo deberá rodear, por otra parte, de una solemnidad que haga difícil su incumplimiento. Quizás el lugar de la firma debería ser San Nicolás, donde persiste la Casa del Acuerdo. O Santa Fe, aunque ya no esté el viejo Cabildo, sede de la Constituyente de 1853. O Tucumán, que mantiene la reconstruida Casa Histórica.Esto probará así que el pacto –lejos de ser un trato electoral o una coincidencia fugaz-- es la base de la reorganización nacional.